La aleatoriedad de lo sublime

texto por Pamela Sustaita

Cuando la fe mueve montañas (2002)

La obra de arte siempre se ha mantenido distante, inmaculada, rodeada de un halo casi místico que la hace excluyente y la enaltece, dotándola de unicidad, admiración y deseo tanto de contemplación como de posesión.

Lo único, elitista y autentico brinda legitimidad a una pieza convirtiéndola en un objeto de deseo, sin embargo la cuestión que me parece relevante y me interesa analizar, o puntualizar, es aquella que involucra al espectador para ser parte de la obra artística, dotando a ésta de una nueva materialidad guiada por lo sublime de la intervención externa y el efímero instante en que ésta es; puesto que una pieza participativa vive mientras es intervenida, mientras los sujetos interactúan activa y pasivamente pero de alguna forma activan el elemento móvil de ésta, creando una serie de relaciones estéticas entre el objeto, el artista y el público[1] dotando de dinamismo el intercambio que se suscita entre la obra y el espectador, irrumpiendo con la convencionalidad del aura mágica y mística que la rodea alienándola al mismo tiempo para su contemplación distante y ajena.

“Estos diferentes factores están, por supuesto, íntimamente ligados en su evolución.  La participación creciente del espectador ha contribuido a la desaparición del objeto de arte tradicional.” [2]

Cuando la fe mueve montañas (2002) & Barrenderos (2004)

La aleatoriedad que guía a éstas piezas divaga entre lo sublime, lo efímero del instante y lo fortuito. La intervención al espacio con la ayuda del espectador convirtiéndolo en un habitante activo en el imaginario espacial de la pieza conforman éste dialogo casi poético y tautológico tangible.

La atmósfera estética ilusoria momentánea es en cierta manera el elemento que desencadena una serie de emociones y poesía sensorial y visual, dejando a un lado el motivo, el contexto y el discurso. Creo relevante e incluso más valiosa la creación de este espacio imaginario, perceptible pero no tangible que casi puede saborearse, ese momento mágico en donde la pieza, el artista y el espectador se mezclan en un instante orgánico en donde no hay jerarquías ni motivos, el tiempo desaparece y la obra se construye para destruirse y existir en un instante fortuito e inexistente.

Cuando la fe mueve montañas, Francis Alÿs (2002)

Cuando la fe mueve montañas y Barrenderos comparten el elemento participativo creador de universos mágicos infinitos dentro de cada pieza que sin titubeos tiene la libertad de cambiar su forma, irrumpiendo su composición formal mientras que ésta escribe su discurso al mismo paso que se desarrolla. La pieza final o el motivo con la que ésta se realizó me parece de cierta manera irrelevante puesto que si se son comparados los elementos obtenidos e invertidos en la pieza, creo que son mas ricas las posibilidades que emanan en el momento que se realiza la acción; los espectadores fungen un papel importante, y fundamental, pues son ellos quienes moldean la dirección y la forma ilusoria del entorno que rodea a la pieza.

En Barrenderos es perceptible y evidente la importancia de la participación externa puesto que ésta además de actuar activamente en el desarrollo de la obra, cambia la dirección y al mismo tiempo el resultado es un conjunto de posibilidades aleatorias y fortuitas que forman, en parte, la intención del artista.

Francis Alÿs menciona haber quedado satisfecho puesto que la pieza no salió como él esperaba; creo que es absurdo pensar que como artista tienes total control del resultado de una pieza, es importante dejarle ser, formarse, desenvolverse y finalmente destruirse pues es importante mencionar que lo efímero es inherente al arte contemporáneo y he aquí otro de los puntos clave de éstas dos obras de Francis Alÿs, lo efímero y la importancia del instante que hacen que sus obras sean una especie de puesta en escena única que podrá documentarse y ser exhibida mas nunca podrá reproducirse ni realizarse de la misma manera.

En Cuando la fe mueve montañas la presencia de la aleatoriedad y la participación es  aún mas notoria e importante pues no solamente se necesitó del involucramiento e intervención de un tercero, al igual que en Barrenderos los espectadores fueron también parte de la obra y se necesito de sus motivos e incentivos propios para llevarse a cabo.

El fin perseguido era en parte absurdo y mágico, más perteneciente al mundo de la soltura conducida por el destino que a éste, sin embargo, con éste argumento implícito fue que la mayoría participó, tomando en sus manos las riendas necesarias no solo para mover una duna si no para tener control de su entorno y así mismo de su contexto.

Barrenderos, Francis Alÿs (2004)

La visualidad que se desarrolla en ambas piezas me parece sublime y poética, el viento y el camino son fundamentales, modifican y trascienden bajo el mando de los espectadores-participantes, danzando entre la posibilidad y la consecuencia del instante. La interacción que se genera entre los participantes me parece también una cualidad relevante y singular ya que no solo se desenvuelven en la pieza, si no que se genera un dialogo discursivo fortuito y espontaneo que habita el espacio tangible de ésta.

Terminando de hablar de la importancia de la participación de los espectadores que se mezclan con el entorno de la obra creo que es prudente cuestionarse la autoría y que tanto es la pieza artística del artista y que tanto es la pieza artística del participante. En mi opinión la pieza artística no le pertenece a ninguno de los dos, la obra le pertenece al momento, al instante en loop que se repite una y otra vez en un mundo imaginario dotado de las cualidades participativas tanto del artista como del espectador-participante.


[1],2 POPPER, Frank. (1980).  Arte, acción y participación. Madrid: Ediciones Akal.

 

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